En la imagen de portada, baloncesto NBA en su más estado puro. Rondaba la década de los años 60; tras un tiro fallido del oponente, Wilt Chamberlain recoge el rebote aterrizando sus más de 130 Kg. de peso sobre unas “endebles” zapatillas Converse Chuck Taylor. Durante décadas, el calzado reglamentario de la liga profesional de baloncesto estadounidense. Concebidas a comienzos de 1900s, su diseño “minimalista” sin amortiguación, sin materiales de sujeción, sin nada …, simpleza que contrasta con el diseño tecnológico de la zapatilla moderna que promete confort, rendimiento y prevención de lesiones : evolución o retroceso?
Como consecuencia de la utilización de calzado desde una temprana edad, el sedentarismo y el predominio de superficies completamente planas y uniformes de apoyo ( calles magníficamente asfaltadas), la mayoría de nosotros en mayor o menor grado , tiende a una pronación excesiva. En otras palabras, nuestra musculatura no ofrece una buena respuesta a la carga durante la fase de apoyo.
Además de las carencias musculares, la rigidez del calzado “en general” restringe la movilidad del pie, en especial de los dedos; concretamente, limitando durante el despegue del talón, la carga directa del peso sobre las cabezas de los metatarsianos. Este hecho, reduce tanto la flexión plantar como la amplitud de zancada, aminorando notablemente la propulsión o proyección anterior del cuerpo (prueba a caminar limitando la extensión de los dedos). Y no hemos acabado todavía, más consecuencias adversas asociadas al calzado…. Parece ser que el simple hecho de correr con zapatillas altera de forma considerable la mecánica natural de la marcha, incrementando el impacto sobre todas las estructuras articulares. ¡ Toma ya ! Analiza la siguiente tabla que contrasta la cinemática de un corredor habitual con aquella de un adolescente keniata que nunca a entrado a un Decathlón y está acostumbrado a andar descalzo.
Según este reciente estudio, correr descalzo promueve de manera “instintiva” el apoyo inicial del antepié y/o del mediopié en claro contraste con el contacto preliminar del talón asociado a la marcha tradicional con calzado. Al correr descalzo la colisión con el suelo se realiza con la mitad anterior del pie, en flexión plantar, ampliando la participación del arco plantar como estructura pasiva que amortigua, almacena energía y posteriormente contribuye a la propulsión ( todo ello con un menor coste energético). También existe una mayor flexión del tobillo y rodilla en la fase de apoyo (bajo estas condiciones el centro de masa desciende un 74% más que un corredor calzado) suavizando notablemente el impacto del choque. La elevación y amortiguación del retropié en una zapatilla moderna, promueve claramente el apoyo de talón que a su vez agrava la respuesta a la carga.
En resumen, zapatillas sí pero con cierto criterio. La mejor manera de evitar lesiones es realizando un programa preventivo de refuerzo muscular específico. Soy de la opinión de que merece la pena gastarse el dinero en unas buenas zapatillas de correr, aunque no soy muy partidario de la idea de prescribir calzado específico según la pisada ( que usualmente la determina el vendedor de turno sin formación específica en biomecánica). Unas zapatillas neutras de calidad, con buena amortiguación y ya está !
martes, 22 de marzo de 2011
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